domingo, 31 de marzo de 2013

¿Y si viviéramos todos juntos?


(Et si on vivait tous ensemble? - Stéphane Robelin - 2011)

Vejez, para muchos un sinónimo de enfermedad, soledad y decadencia. Tenemos tanto miedo de llegar a ella que nos olvidamos de prepararnos para cuando de hecho llegue. Pero como dicen por ahí, es mejor morir viviendo que vivir muriendo. Los personajes de esta película nos dan ejemplo de ello.  Hacen planes y proyectos juntos con gran entusiasmo. No se recluyen como muchos harían. Mantienen fuertes lazos de amistad y a pesar de adversidades o fantasmas del pasado, se tienen el uno al otro para apoyarse.  La verdad, si he de llegar a esa edad, me gustaría pasarla tan bien como ellos y con las personas que más quiero. 

También en este filme nos ponemos en los zapatos de toda esa generación, experimentamos el rechazo, la discriminación y la compasión generalizada hacia las personas mayores. Esta comunidad formada por cinco personajes que huyen de ser una carga para otros, buscan dignificar sus últimos años de vida y evitar a toda costa el ser aburridos, previsibles y convencionales. Se aborda a la vejez desde una perspectiva inteligente y divertida, dejando de lado ciertos tabúes como el sexo a esta edad.

El personaje joven también es indispensable en la historia. Es contraste y metáfora del espíritu potente que siempre acompañará a los ancianos. Es ejemplo de la posibilidad de convivencia entre distintas edades, no hay porque cerrarse a los mayores y a su sabiduría, lo conveniente es ser tolerantes tanto como ellos lo son con los jóvenes.

¿Y si viviéramos todos juntos? Es una aproximación tierna y mágica a un momento de la vida por el que todos transitaremos con menor o mayor fortuna. Al fin y al cabo todas las etapas de la vida están en función de las ganas de vivir.  ¿Por qué no reírnos de lo inevitable? 

sábado, 30 de marzo de 2013

Los Infieles


He de confesar que esta película me causa gran conflicto en muchos sentidos. Me hace decir “me gustó” con un dejo de culpabilidad. En ella se explora la naturaleza infiel de aquellos  hombres del tipo macho alfa, algunos se encuentran en crisis de virilidad, otros son cuarentones desesperados por demostrar que a pesar de todo conservan su poder de seducción, e incluso hay uno por ahí con una particular fijación por la tercera edad.

Es divertida sí, porque apela a los instintos sexuales que siempre son objeto de morboso interés y de risillas picaronas. Pero en realidad creo que este filme transita por la delgada línea entre buen humor y vulgaridad, entre buen gusto y mal gusto; esto debido a que recurre constantemente a la comedia de la humillación y al drama de pareja para ilustrar el mensaje de sociología popular.

Esta estructura narrativa es algo nuevo para mí. Los sketches variados e inconexos protagonizados casi en su mayoría por los mismos actores, hicieron que pasara la primera parte de la película preguntándome qué estaba pasando y quién era quién. Tal vez fue esta confusión la que hizo, en mi perspectiva, el final más sorprendente, inesperado, gracioso y  un tanto prosaico. Después de haber visto a Dujardin como un romántico y elegante galán de los años 20 en El Artista, me costó mucho trabajo creer la posición (literalmente) en la que terminó su personaje en esta historia.

En general, creo que Los Infieles es apta para aquellos que gustan de una comedia digerible que invoque a su alter-ego simplón, morboso y por supuesto, infiel. 

(Les infidèles - Fred Cavayé - 2012)

Las Alas del Deseo


Wim Wenders nos regala este poético filme que describe los dilemas existenciales de maravillosos seres míticos: los ángeles. La obra cuenta con una estructura compleja, escenas que parecen inconexas pero se ligan magníficamente por  los monólogos escritos por Peter Handke. Éstos son precisamente los que producen en el espectador momentos reflexivos e interrogantes ontológicas.

La narrativa se centra en la eternidad de dos ángeles: Damiel y Cassiel. Juntos escuchan, observan, cuidan y registran todo acontecimiento ocurrido bajo el cielo de Berlín. Son testigos perpetuos de los pensamientos, ruegos, angustias y deseos de las personas, lo cual podemos ver a través de fragmentados soliloquios que nos dejan ver el interior de infinidad de personajes, entre los que se encuentra un cuentista, un actor/dibujante y una trapecista.

La colorimetría juega un activo papel en el filme al delimitar los momentos humanísticos y los angélicos. Los primeros caracterizados por una ración considerable de variados y vivos colores, mientras que los segundos exponen la perspectiva de los etéreos en escala de grises.

El núcleo de la historia se ubica en el deseo de Damiel de ser partícipe en el mundo terrenal, no ser más un simple observador y experimentar las emociones humanas. Un deseo que aunado a su creciente interés por Marion, generan en él un gran entusiasmo por vivir. Ya que a Damiel le es permitido convertirse en un ser humano, somos testigos de un extraordinario despertar al amor y a la vida, y el encuentro maravilloso de dos almas que se complementan a la perfección. La intensidad de este momento nos es transmitida gracias al discurso final de Marion.

En este película, el qué se cuenta depende profundamente del cómo se cuenta. Aunque suene irónico, creo se trata de una obra realista, que nos hace empatizar con cada personaje y nos mantiene absortos en cada momento. Incluso me hace recordar una frase que leí hace poco: La vida es difícil, y no. 

(Der Himmel über Berlin - Win Wenders -1987)

De La ducha a Tuvalu



Dos películas, dos temáticas, el mismo año y dos productos maravillosos que difieren mucho el uno del otro. De entrada, una de las pocas similitudes que podemos ver en ambas obras es el mágico ritual de asistir a un baño público, y es que para nosotros esto es casi desconocido, no tiene una presencia cultural y social tan importante como en los países que enmarcan estas historias (China/Alemania). Otra semejanza la encontramos en los valores de la familia, la lucha por preservar el patrimonio y seguir haciendo aquello que no solo da sustento, sino también es pilar de las relaciones familiares, sociales y amorosas.

La Ducha, por una parte, toca fibras sensibles en el espectador, sobre todo en aquel que está inmerso en la vida capitalista y el mundo material, como el hijo mayor en la historia. El mensaje resalta el valor de nuestras raíces, de dónde venimos, quién creció con nosotros y a su vez, nos hizo crecer. Leí en alguna reseña que “el hijo se ve obligado a hacer frente a las responsabilidades familiares”, pero yo no lo veo así. Es cierto que cae en él un gran peso al morir su padre, pero creo que desde antes él ya era consciente de que el baño era una parte de él a la cual no podía dar la espalda. En fin, a mí me pareció una historia bastante conmovedora y reflexiva.

Tuvalu, por otro lado, es una obra más salvaje, en términos de estética y color. Como todo lo desconocido, esta particular fotografía puede hacerte sentir incómodo al principio, pero una vez que te adaptas y permites familiarizarte con la cultura de este mundo ficticio, puedes apreciar un bello retrato de humanidad. Hay un latente dinamismo en las escenas, las tomas son arriesgadas pero exitosas. La falta de diálogo no merma la calidad del mensaje y podemos encontrar en ella una historia interesante, divertida y cautivadora. La atmósfera te envuelve y hace una marcada diferenciación entre el baño y el mundo exterior, dándole ese aire  expresionista de misterio y fantasía que nos transporta a un lugar dónde las reglas se pueden ignorar, un lugar que sólo la cinematografía se puede dar el lujo de crear.

Dos películas, dos perspectivas, ambas excepcionales historias que solo un baño público puede alojar.

(Shower - Zhang Yang // Tuvalu - Veit Helmer)