(Et si on vivait tous ensemble? - Stéphane Robelin - 2011)
Vejez, para muchos un sinónimo de
enfermedad, soledad y decadencia. Tenemos tanto miedo de llegar a ella que nos
olvidamos de prepararnos para cuando de hecho llegue. Pero como dicen por ahí,
es mejor morir viviendo que vivir muriendo. Los personajes de esta película nos
dan ejemplo de ello. Hacen planes y
proyectos juntos con gran entusiasmo. No se recluyen como muchos harían. Mantienen
fuertes lazos de amistad y a pesar de adversidades o fantasmas del pasado, se
tienen el uno al otro para apoyarse. La
verdad, si he de llegar a esa edad, me gustaría pasarla tan bien como ellos y
con las personas que más quiero.
También en este filme nos ponemos en los
zapatos de toda esa generación, experimentamos el rechazo, la discriminación y
la compasión generalizada hacia las personas mayores. Esta comunidad formada por
cinco personajes que huyen de ser una carga para otros, buscan dignificar sus
últimos años de vida y evitar a toda costa el ser aburridos, previsibles y
convencionales. Se aborda a la vejez desde una perspectiva inteligente y
divertida, dejando de lado ciertos tabúes como el sexo a esta edad.
El personaje joven también es indispensable
en la historia. Es contraste y metáfora del espíritu potente que siempre
acompañará a los ancianos. Es ejemplo de la posibilidad de convivencia entre
distintas edades, no hay porque cerrarse a los mayores y a su sabiduría, lo
conveniente es ser tolerantes tanto como ellos lo son con los jóvenes.
¿Y si viviéramos todos juntos? Es una
aproximación tierna y mágica a un momento de la vida por el que todos
transitaremos con menor o mayor fortuna. Al fin y al cabo todas las etapas de
la vida están en función de las ganas de vivir. ¿Por qué no reírnos de lo inevitable?